15 marzo, 2008

Errores del silencio.


Hace una semana que mi hermano no me habla. Vive sumido en uno de sus enfados silenciosos. Los lleva practicando desde pequeñito. Mi hermano siempre ha sido muy cabezota. Intentó primero enfadarse y dejar de respirar, pero cuando empezaba a ponerse morado, involuntariamente, tenía que coger aire, y eso le hacía enfadarse todavía más. No poder controlar el enfado no es plato de buen gusto para nadie.

Así que comenzó a practicar el enfado silencioso. Y con mi madre le funcionaba muy bien, hacía cualquier cosa porque él volviera, aunque sólo fuera, a gruñir. Eso llevó a que a mi, que me resulta imposible mantener la capacidad del silencio, me cayeran la mayor parte de las broncas. Confiada ella en que no enmudecería.

Yo ya estoy acostumbrada al enfado silencioso de mi hermano. Y lo llevo con resignación. Nos evitamos, lo cual resultaría sencillo en una casa de 300 metros cuadrados, pero en una de 70 no deja de tener su intríngulis.

No sé cuándo volverá a deleitarme con su voz angelical, probablemente si lee esto no lo hará en un par de lustros, pero sirva hoy la empanadilla de reproche y desahogo. No me gustan mucho los Héroes del Silencio. Soy más de los Mártires del Compás.

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