Huele a esperanza, a inocencia, a fragilidad, a novedad, a bienvenida.
Sobre estos temas han discutido muchos durante mucho tiempo (y me consta que siguen haciéndolo). ¿Venimos predefinidos o somos lienzos en blanco? Yo no creo en el destino, por lo que no puedo creer en la predestinación. Aunque confieso que algunas veces, las casualidades resultan tan ridículas que me tienta confiar toda mi suerte al destino y mis acciones a la carga genética.
Somos complejos y frágiles desde el principio. Revestidos de una cápsula uniforme que se expande con nosotros y después vuelve a contraerse. Física y Química. Similitud entre cuerpo y alma.
Pero necesitamos al menos 80 años para aceptar con vehemencia que no tenemos ningún sentido y no sentirnos por ello derrotados, sino liberados.