10 febrero, 2008

Elige tu propia aventura IV



La Casa de Fernanda Calma IV


Volvió a su cuarto y se apoyó en la pared, de cuclillas, todo su cuerpo temblando. Pudo escuchar los dos disparos. Los mismos que la despertarían empapada en sudor muchas noches después. Oyó los pasos, los gritos, vio cómo Rebeca la zarandeaba y le gritaba. Oyó el ruido de las sirenas, los pasos de muchas personas por toda la casa. Sintió cómo la cogían, la ayudaban a andar y la conducían por las escaleras, vio la sangre y los ojos de todas esas personas mirando y hablándole. Después sintió cómo la metían en la cama y tragó agua con sabor a talco.

Cuando despertó su cuarto estaba en silencio y el sol se colaba entre las cortinas. Bajó y se quedó en la puerta del salón, donde podía ver los dos ataúdes. Escuchó la explicación que alguien estaba dando en uno de los grupos de personas: “Los celos le cegaron el entendimiento. La mató y después se disparó, viejo loco. No podía soportar que ella fuera un pilar, un referente, ¡una santa!, y él un simple necio que lo único que supo hacer en su vida fue casarse con ella” …

Amaranta no pronunció una sola palabra durante meses. Deambulaba como un fantasma. No habló
cuando Rebeca comenzó a llevar hombres a la casa, siempre después de las ocho, siempre diferentes. Tampoco habló cuando la casa se convirtió en un fumadero de opio nocturno y las almas perdidas de toda la ciudad llegaban alentados por las nuevas amistades de una Rebeca que había perdido el Norte, la esperanza, la dignidad y el deseo.

No habló mientras escuchaba las calumnias hacia Virgilio y las alabanzas a Fernanda.


Ella era la única que sabía que su padre sólo actuó en defensa propia, que era Fernanda la que quería matarle, que después había venido el forcejeo y el azar de un disparo que debía perderse en el techo en vez de impactar en el pecho de Fernanda. Podía imaginar después a Virgilio sosteniendo el cuerpo inerte de su musa, de su reina, de la razón de toda su vida; imaginar cómo no pudo soportar el dolor y el vacío y se disparó un tiro en la sien. No por cobardía, sino por un ciego e incomprensible amor hacia alguien que estaba dispuesta a matarle.

Todo siguió degradándose y corrompiéndose en el interior de Amaranta, amarrada al silencio, al dolor absoluto, a la rabia y al odio como única fuente de supervivencia. Hasta que la serenidad logró volver a cerrar la caja de Pandora en su alma, volver a ordenar imágenes y desatar nudos, oxigenar el alma y proporcionar la base firme sobre la que volver a levantar la fuerza y el coraje, logrando propulsarla hacia delante. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba sonriendo, de que podía pensar en su padre y en ella, en todo lo que habían compartido y lo que a él le habría gustado compartir. Fue entonces cuando se acercó al armario y cogió la maleta; la llenó y salió de su dormitorio. Llegó al salón y buscó a Rebeca, con la tenue luz de las velas repartidas por la estancia, entre cuerpos tumbados y liados, entre humo y botellas, risas y murmullos. Cuando al fin la vio fue consciente de cómo había envejecido el cuerpo gatuno de Rebeca en esos últimos meses.

-Rebeca, me marcho.

Y se fue con paso firme hacia el Hall.

…Continuará….Tú decides cómo…

A.- Amaranta va a casa de Oliverio para averiguar el secreto que prometió desvelarle.
B.- Amaranta va a la policía y les explica lo que vio.
C.- Amaranta se va directamente a la estación de tren.
D.- Rebeca le suplica a Amaranta que no se marche.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Para que luego digan que los oscenses no son cotillas por naturaleza. esto se lleva en la sangre, como la sangre azul. yo también soy huesqueta: voto la A. Y eso que ahora mismo no estoy como medio Huesca en la puerta del Olimpia para ver llegar a la princesa Elena.

Zeivia dijo...

Hola empanadilla. Lo siento porque me engancho tarde a estas hitorias. Asi que mañana empezaré a leer desde la primera para ponerme al dia..jejeje

Venía a decirte que tienes un pequeño meme en mi blog.

Besitos

Musa Sosa dijo...

Dulcinea, yo si veo algún príncipe lo primero que haré será pincharle un dedo, para ver el color de su sangre. Pero a las infantas no, que se quedan dormidas como La Bella Durmiente y después se monta un lío para despertarlas pobres...

Javier, gracias por la me-me-mención en el meme. Estoy Me-me-morizando la pregunta, en breve la mespondo do.