13 abril, 2007

Adicciones.


Siempre me ha parecido que el progreso de una civilización podría medirse por las diferentes adicciones que pueden disfrutar, sufrir, sobrellevar, camuflar, eludir, guardar, los seres humanos que pertenecen a ella.

Las adicciones personales me resultan secretamente atractivas; ese lado oscuro que a las personas no nos gusta enseñar. Preguntarle a un desconocido por sus adicciones sería el camino más corto para desnudarle con pocas palabras. El hecho de conocer las adicciones que otra persona atesora en su interior puede parecer una forma de intentar sentirnos menos miserables de lo que somos.

Las adicciones son peligrosas, de acuerdo, algunas incluso ilegales. Autocontrol versus nueva sensación. Hay adictos a las drogas, al alcohol, a la cafeína, a la nicotina, a la adrenalina, a la serotonina, a las nuevas tecnologías, al sexo, al chocolate, al dinero, al peligro, al dolor, a la noche, al sol, a los libros, a la televisión... La capacidad humana del autocontrol es una de las más complicadas de alcanzar y una de las más recomendables.

Está claro que las adicciones vienen del cerebro. Partículas segregadas por diversas membranas recorriendo nuestra sangre y haciéndonos sentir más libres, más relajados, más acordes, menos vulnerables, mientras recorren nuestro organismo, para después pasar a la culpabilidad y el remordimiento por haber vuelto a caer en la tentación. Sensaciones. El ser humano sólo es un conjunto de sensaciones, de energía conectada. El día que consigan controlar finalmente nuestras adicciones y nuestros estados de ánimo, creando un ser humano en una invariable placidez y felicidad dejaremos de ser libres, dejaremos de ser imperfectos. Perderemos todo lo que nos hace diferentes para convertirnos en un yo universal, unicelular, simple, estúpido, pero eternamente feliz, productivo y sensato.
Un lugar: Valparaiso.
Un deseo: Sentir el sol en la piel.

6 comentarios:

HombreRevenido dijo...

Interesante reflexión. Aunque no creo que las adicciones nos hagan ser improductivos, más bien lo contrario. Pero te felicito.

En las 4 nobles verdades Buddha dice:
- Que existe el sufrimiento
- Que la sed provoca el sufrimiento
- Que sin sed no hay sufrimiento
- Que para alcanzar ese estado de no-sed hay que seguir el óctuple sendero (el camino del conocimiento)

Es un tema que da para mucho más. Y para mucho menos, claro... qué pesadito me he puesto.

Musa Sosa dijo...

Gracias por tu contribución, hombre revenido, el óctuple sendero es escarpado y a menudo está mal señalizado.
Me voy a buscar un vaso de agua ahora mismo, para evitar sufrimientos innecesarios..jeje

Browner dijo...

¿Adicción = libertad?
No estoy de acuerdo.
La mejor forma de tener a alguién controlado precisamente es crearle una adicción.

Musa Sosa dijo...

Browner, no digo que la adicción produzca libertad, sino que la libertad y el desarrollo da acceso a multitud de posibilidades para crear adicciones. Y que una de las cosas más complejas de desarrollar es el autocontrol...

Browner dijo...

Ok, empanadilla. De acuerdo con que a más desarrollo el “catálogo” de adicciones es mayor. Ahora te suelto el rollo:
Mi comentario iba por la afirmación de que sin adicciones seríamos una especie de sociedad neutra, sin personalidad.
La clave está en la palabra “adicción”. Si la entiendes como dependencia, entonces me cuesta mucho pensar que una sociedad dependiente de algo pueda ser más libre. Creo que Huxley en Un Mundo Feliz lo define muy bien, describiendo una sociedad feliz y aséptica, dependiente de una droga (soma) facilitada por el Estado precisamente para tener controlado al pueblo.
Si ves la adicción como debilidad, secreta o reconocida (por el tabaco, el chocolate o el sexo, por ejemplo) entonces pienso como tú, pero estarás de acuerdo en que hay que hilar muuuuy fino para “defender” según que adicciones como una parte de nuestra personalidad, porque el autocontrol todos lo tenemos hasta que se nos acaba…

Musa Sosa dijo...

Browner, interesante reflexión, más todavía teniendo en cuenta que precisamente pensé en el libro Un mundo feliz cuando escribía la última parte del post.

La percepción que yo tuve al leer el libro no fué la de una sociedad adicta, más bien al contrario. El soma permitía al individuo permanecer en un inalterable estado de felicidad. Está claro que, por naturaleza, tendemos a las fluctuaciones en nuestro estado anímico (algunos más que otros) y las adicciones son, en parte, muestra de esas debilidades que nos hacen humanos. Para mi el soma era como la comida, un elemento necesario para sobrevivir, no para vivir. Ellos no concebían la vida sin esa pastilla. No llegaban a verla como una adicción. Bueno, este debate podría ser largo, lo dejo aquí mismo...