03 julio, 2008

Efervescente.


La desnudez y el deseo son términos que se solapan y se implican. A lo largo de nuestra vida. ¿El deseo provoca la desnudez o la desnudez el deseo? No nos quedemos sólo en lo corpóreo. La desnudez etérea puede llamar todavía con mayor afán al deseo.

Falta en el cóctel el mejor ingrediente: el misterio.

El misterio produce en el deseo un efecto efervescente, como una aspirina (el misterio) en agua (el deseo). Y de la reacción surge la desnudez. El misterio se agrieta y se disuelve en deseo, se entremezclan y confunden, pero ninguno de los componentes desaparece. La desnudez se bebe. Se bebe con prisas o en sorbos pequeñitos. Se bebe con sabor a naranja, a limón, a resaca o a alivio. Deja un sabor en las papilas, amargo o dulce. Cubre una necesidad etérea. Una necesidad del espíritu que provoca una reacción física. Una reacción física que desemboca en otra reacción física. Y ambas reconfortan el alma.

Somos seres físicos. Animales. Instintivos. Primorosamente revestidos de capacidades intelectuales y emocionales. Somos todo y nada. Podemos revestir los instintos primitivos igual que podemos pintarnos las uñas, que no son sino garras. Pero, en el fondo, todos sabemos que no somos más que seres humanos. Imperfectos y a menudo precarios en contraposición a nuestros anhelos.


Un lugar: Madagascar.
Un deseo: El deseo.
Una canción: Creep (Radiohead)

4 comentarios:

HombreRevenido dijo...

Decididamente brillante.

El deseo es la sustancia de la que estamos compuestos.

Musa Sosa dijo...

Gracias, Hombrereve.
El deseo también es lo que nos hace Vivir y soñar y volar...

Anónimo dijo...

Pues si, la aspirina es muy útil para los dolores de cabeza. Menuda empanada mental llevo con deseo, sustancia, etéreo, misterio, corpóreo. Espero recuperarme para el próximo comentario, este es demasiado profundo para mí.

Musa Sosa dijo...

Anónimo, tampoco te creas, lo que pasa que una habla muy deprisa y no vocaliza.