...Y yo me pregunto:- ¿Cuántas conquistas necesitas para sentirte un conquistador?
- ¿Cuánta libertad para sentirte libre?
- ¿Cuántos fracasos para sentirte fracasado?
- ¿Cuántos triunfos para sentirte triunfador?
- ¿Cuántas aventuras para sentirte aventurero?
- ¿Cuánta seguridad para sentirte seguro?
- ¿Cuántas respuestas para sentirte sabio?
- ¿Cuánta vida para sentirte viejo?
Hay tantos conceptos incontables como almas. Tantas respuestas como personas. Tantas personalidades como respuestas. El alma, el placer, la curiosidad, el desarrollo, la motivación… tienden a infinito. A menos que les pongamos barreras. A menos que nos conformemos con rodearnos de algodón y mostrarnos en una vitrina, como la porcelana de Limoge.
La vida provoca sonrisas, y las sonrisas producen arrugas. Propone opciones, y las opciones llevan a los quebraderos de cabeza. Nos hace soñar, y los sueños que se resisten nos provocan insatisfacción. Propone amar, y amar puede conducirnos después al tormento. Vivir es todo eso y mucho más.
Disfrutarlo, valorarlo, sudarlo, rumiarlo. Nuestro ser es la respuesta a todos los incontables. Nuestra alma es infinita e incontable. Como la vida. Aunque intentamos medirla para atender a esa obsesión humana llamada seguridad. Hay horas que nos parecen segundos y segundos que nos parecen horas. Porque también es incontable. Subjetiva. Como nosotros. Sólo depende de ti exprimirte y exprimirla, hasta el orgasmo.
Incontables las carcajadas, las olas y las cosquillas.