El cielo lloraba al otro lado y las gotas resbalaban por el cristal. Surcos transparentes de recorrido impredecible. Mareas de nostalgia sin pretexto ni excusa. Sólo lluvia fina que no cala, pero empapa.
El cielo lloraba también sobre él. Lloraba sobre su pelo y lloraba sobre su ropa. Pero nunca le calaba. Le bastaba hablar para iluminar el alma con el sonido del sol de Mayo, mirar para fundirte en pleno Enero, rozar tu mano para aliviar con la brisa marina de Agosto. Y no lo sabía.
El cielo lloraba también sobre él. Lloraba sobre su pelo y lloraba sobre su ropa. Pero nunca le calaba. Le bastaba hablar para iluminar el alma con el sonido del sol de Mayo, mirar para fundirte en pleno Enero, rozar tu mano para aliviar con la brisa marina de Agosto. Y no lo sabía.
Por eso lloraba el cielo y el cristal inerte resbalaba su quejido, por aliviar el silencio del que no llora ni maldice ni queja ni reclama ni suplica ni impide.
4 comentarios:
Hola Empanadilla, Feliz Año!
Reconforta llegar por la mañana al trabajo (despues de un trayecto en lata de sardina mal llamada "metro") y leer tu blog, siempre con cosas bonitas.
Gracias, último español. Me gusta mucho que la empanadilla te reconforte!
A menudo ellos no saben todo el poder que tienen en sus manos. Afortunadamente¡
Incógnita, po zi.
Publicar un comentario