10 septiembre, 2009

Oh, Les amies! - Ole-esa-miss.


El pasado viernes había unas chiquillas del Norte peladas de frío en la estación de San Sebastián. Yo entre ellas. Como os lo cuento.
También estaba MangaRayban, a la que le encantó San Sebastián porque ahí es que no se suda una gota (que ella es muy de acalorarse y de ponerse a ronchas). Al resto nos parecía excesivo el fresco, pero todo sea por celebrar que hace muchos años nos tocó la china y compartir su alegría por un inminente casamiento.

Noche de tapas y cubatas. Día de destemple y sueño. La vida, algunas veces, resulta casi justa. Y es que la noche se nos va de las manos, no sé cómo lo hacemos. El cansancio se evapora al segundo cubata y acabamos cantándole a María Cristina en la puerta de cualquier garito.

Empanadillas, sois como esponjas. Arnette tirando huesos en vez de ramos; ¿Qué harán aquí unos de Huesca con pelucas?. Rayban, la ocupa perdida en nuestra habitación. La artista de nuestras manualidades, que se da al alcohol y se pone a cantar como loca. Y qué decir de nuestra tesorera, que no pierde las cuentas ni aunque sean las 6 de la mañana. Y la mejor sorpresa que pudimos encontrar para Olesamiss; que subió al tren en mitad del recorrido y nos alegró dos días con su compañía.

La gente encantadora, la comida encantadora, la Concha encantadora… con precios que valoran tanto encanto al alza y hacen que el monedero no pare de parir billetes. Pero eso es otro tema.

Y una noche en la que cansamos a MangaRayban. Y eso no pasa todos los días. Así estaba yo al día siguiente; que no sabía si andaba o volaba.

Una experiencia para repetir en la misma compañía, a poder ser aumentada por las paridoras y alguna otra empanadilla físicamente ausente pero todas, en espíritu y brindis presentes.

Si no existiérais tendría que inventaros.

04 septiembre, 2009

Cassettes.


Cuando pierdo la cara B, me quedo con la lista de singles comerciales, métricamente quasiperfectos. Me aburre el compás armonioso y la letra fácil.

Me hipnotiza la voz ronca, el realismo mágico, los niños grandes, los pecados y la incertidumbre. Y todo lo que me hipnotiza, en el fondo, me inquieta.

Cuando escucho al miedo mis músculos se quedan ateridos. Como un gato mojado; esmirriada, quieta, encogida y enclenque.

Cuando decido estar a la altura me pierdo en un mar de nubes prietas.

Cuando busco las riendas sólo encuentro la fusta.

Decido olvidarme y al instante lo olvido.

Elijo pasión y corro con la cuenta de los besos y las patadas, el estropicio y el jaleo, la ácida resaca y la (in)merecida bofetada.

Me envuelvo en una bufanda hecha de brazos, me calmo y casi no tengo frío.
Y hoy estoy contenta porque he recuperado mi contraseña y con ella mi correo y a la empanadilla, que casi se queda huerfana; perdida en este mundo irreal y metadesarrollado la cría, con lo bien que me come y lo poco que me llora. Y lo pequeña que es.
Mañana os contaré la despedida, a mi manera, si hoy lo duermo todo y bien.