11 mayo, 2007

Amistad.


Un@ amig@ es un tesoro. Los amigos son esas personas que eliges libremente, con el paso de los años. Los amigos son un reflejo de ti, una extensión, un tirabuzón a veces. Hay que cuidarlos, porque te hacen sentir especial. Porque son especiales.

Es maravilloso el comienzo de una amistad. Conoces a una persona y conectas, inevitablemente. Algo más tarde llega esa otra maravilla, escucharle hablar mirándole a los ojos y saber cuándo no está diciendo lo que piensa, incluso entender por qué no lo está diciendo. Poder hablar a medias y saber que te está entendiendo. La complicidad.

Están es@s amig@s que no ves en dos años y cuando te encuentras no paras a explicarles lo que has hecho en ese tiempo, empiezas a hablar desde ayer o desde ese mismo momento y sigues estando tan cerca que pueden acariciarte el alma.

Hay personas que no llegan a comprender el valor de la amistad. No saben cuánto se pierden. Acostumbro a dar mucho a las personas que elijo. Y pido mucho. Algunas me defraudan, inevitablemente. Aunque he conseguido desarrollar un sexto sentido para aquellas que sólo te buscan cuando tienen problemas, principalmente sentimentales. Hace poco volví a ser víctima de un homicidio a mi amistad:

“Ahora mis prioridades son otras, ya no acepto cualquier plan, antes me apuntaba a cualquier cosa porque estaba sola”.

No se le movió ni una pestaña mientras lo decía. Yo noté que me temblaba hasta el hígado. Que te llamen “cualquier cosa” después de una amistad de tantos años duele. Pero pronto llegó mi máscara a socorrerme, nadie se dio cuenta. En ese momento comprendí que aquella persona no era la que yo creía, que no podía leer en mi alma lo que estaba pensando. A sus ojos no pasó nada en aquel café, ni siquiera pienso que quisiera hacerme daño, sólo buscaba comprensión. Y la encontró. Sólo tuvo que bajar dos o tres peldaños en mi escala personal de “personas intocables”, del lugar del que nunca debería haber salido. Comprendí que no sentíamos del mismo modo y que no tenía ni idea de cómo era yo. Comprendí que no había comprendido nada.

Ahora nos llevamos muy bien. Ya no le pido nada. Dudo que se haya dado cuenta. En todo caso se la dará cuando tenga algún problema y se acuerde que yo estaba ahí, siempre, a cualquier hora, para escucharle.

En fin, a vosotr@s, que aguantáis mis desvaríos mentales con la tenue esperanza de que algún día me centre y deje de dar la paliza. Gracias. Gracias por estar ahí, por confiar en mí, por quererme. Y a l@s que todavía no conozco pero el tiempo se encargará de presentarme, os espero con toda la ilusión que producen esas casualidades maravillosas con las que algunas veces se luce la vida
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Un lugar: El ombligo.
Un deseo: Un brindis, por vosotros.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Para mí la amistad es uno de los más bonitos tipos de amor, y sí, a veces hace sufrir como todos los demás, pero bien es cierto que es uno de los que más aportaciones recibimos. Para mí, un ¿qué tal? al otro lado del telefono suena como un 'te quiero', un beso en la mejilla al reencontranos suena igual. Tengo la suerte de conocerte, de confiar en ti, y por supuesto de quererte. Besos.

Musa Sosa dijo...

Anónimo, gracias, no tengo ni idea de quién eres la verdad...no veo ni una pista...
No sé si expresé bien lo que quería en el post, pero bueno, si me conoces imaginarás lo que intentaba decir.

Anónimo dijo...

Chi trova un amico, trova un tesoro.
Bacci.

Anónimo dijo...

¡Qué te voy a decir yo a ti de la amistad, pequeña Segis!Para mí lo es todo.