
Dado que el Estado es una gran empresa de la que todos formamos parte, y dado que en las empresas siempre es necesario aportar nuestro pequeño granito de arena para que todo vaya mejor y la empresa crezca enriquecida por las aportaciones y el saber hacer de cada uno de nosotros, he decidido que era hora de iniciar un recopilatorio, que gustosamente dirigiría al departamento de Recursos Humanos con un repaso de la millonésima parte del total de sus empleados que en mis andanzas por España he tenido el (algunas veces dudoso) gusto de conocer.
Ante las múltiples formas de acercarme al maravilloso entramado del funcionariado (véase edad, conocimientos, grado, nivel de formación, nivel de educación...) he decidido organizar una estructura que podríamos denominar departamental; consistente en diseccionar la empresa por sus múltiples organismos, haciendo un breve análisis al personal encargado del buen funcionamiento de cada uno de ellos.
Todo aquel que me conoce, en una escala de 10 puntos, más de un seis, ha escuchado seguramente en algún momento algún comentario sobre mi postura al respecto. Quiero dejar claro antes de empezar y para no herir ninguna sensibilidad tres puntos importantes, que siempre he mantenido:
1.- Como en toda empresa que se precie también en esta hay personas competentes y personas incompetentes. La única diferencia obvia e importante es que en otras empresas los incompetentes terminan en la calle y, en esta, no.
2.- No estoy en contra del empleo fijo si alguien lo merece y no por el hecho de la seguridad que le proporciona se vuelve vago, irresponsable, irrespetuoso y/o/u soberbio.
3.- Es altamente llamativo que, en mi modesta opinión, más del 80% del personal competente de una empresa sea menor de, como mucho, 50 años.
Bien, dicho esto doy paso al departamento número 1. La Salud Pública. Podría extenderme como un chicle Bang Bang, pero intentaré ser breve, ya que esto sólo pretende ser un principio de reflexión abierta a cualquier opinión.
Para muestra un botón. Ayer tuve que llamar a mi Centro de Salud, aquejada de un dolor intestinal y abdominal bastante molesto. Transcribo mi conversación con la administrativa recepcionista del Centro, juzguen ustedes mismos:
- Buenos días, soy X, llamo para pedir cita con la doctora Y.
- Uffff. Pues tendrá que ser mañana eh? Hoy está completa.
- Vale, pues voy a urgencias.
- Mujer, es que tendrías que haber llamado ayer...
- Ayer no sabía que hoy iba a estar mala. Si quieres dame cita para el mes que viene, por si acaso...
- Bueno, pues haber llamado antes de las 9 y te cogería.
- Son las 9:10.
- Ya, pues eso.
- Vale, entonces voy a urgencias, no?
- Bueno, ya te hago un hueco, pero para otra vez no podrá ser eh?
- Vale, la próxima vez ya si eso aviso tres días antes...
Me da cita (lo cual quiere decir que no era tan borde como la que me atendió la anterior vez que llamé).
Llego a la consulta. Tres cuartos de hora de espera (ya me había llevado un libro, son cosas que una aprende con la experiencia). Dos magreos en el estómago y receta. Siguiente.
Y eso que mi doctora me cae bien. Creo que le gusta su trabajo, no está quemada y siempre tiene una sonrisa cuando te recibe (pido poco pero todos sabemos que en estos sitios no siempre se obtiene ese pequeñísimo privilegio). Coincido con alguna empanadilla que usa la misma doctora en que siempre lo achaca todo a los nervios. A mi, con que soy nerviosa, pues me va bien, pero si no lo eres pues no te lo tragas claro... Pero es una buena forma de quitarse a las jóvenes hornadas de mujeres pre-maduras de delante rápidamente: Si es que...tienes que aprender a vivir eh...no puedes estar siempre con los nervios de punta...Y como lo dice con la bata blanca y con el fonendoscopio colgado pues a mi ya me va bien, digo qué maja, mira cómo se preocupa por mi...
Pero bueno, la verdad es que la Sanidad Pública merecería dos o tres post, tal vez más adelante pase a describir nuevas hazañas u otras secciones, como las extracciones de sangre o los médicos especialistas, me lo plantearé.
Una canción: What a wonderfull world. (Louis Amstrong)
Un lugar en el mundo: Una sonrisa.
Un deseo: Mirar tus manos.